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"Mi principal motivación desde que acepté el proyecto fue limpiar la figura de Amy Winehouse de basura sensacionalista, ponerla en el lugar que merecía y hacerlo interviniendo lo menos posible"

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Una mujer fuerte, camaleónica, decidida y apasionada. Susana Monteagudo realizó lo que muchos considerarían como una hazaña, la primera biografía ilustrada de Amy Winehouse, sin desmerecer sus anteriores trabajos también realacionados con la música y la danza. Tuvimos un encuentro personal y a corazón abierto el cual te queremos presentar el día de hoy.

Buena parte de tu obra literaria está profundamente relacionada con la música y sus más grandes representantes yendo desde Creedence Clearwater Revival hasta PJ Harvey (solo para demostrar el eclecticismo del mismo). Se evidencia un trabajo dedicado, detallado y que trae detrás muchas amanecidas. ¿El compromiso que demanda haberse embarcado en todos estos proyectos se queda en lo meramente profesional o podrías señalar que hay una fuerte filiación personal que te une a todos “tus hijos” (tus libros)?

Más aún, sin esa filiación personal no se habría desarrollado la faceta profesional. Supongo que es lo habitual entre quienes hemos tenido el privilegio de vivir con unas mínimas comodidades: el intentar construir un empleo desde aquello que te apasiona. En mi caso, que elegí de niña el periodismo, mi vida se fue articulando alrededor del mundo de la comunicación y el sector editorial. La música fue el eje motivador en muchos casos. Por ejemplo, durante uno de los momentos más críticos en mi vida, en el que sentí cómo se me desdibujaba el yo para darme en cuerpo y alma al otro -es decir, con mi maternidad-, necesité reafirmarme como individuo a través de la música. Era mi esencia vital y eché mano de ella para seguir reconociéndome en esa etapa de total y dichosa entrega. Sin embargo, mi relación con la música no quedó intacta, fue inevitablemente afectada por el trascendental proceso experimentado por mi persona. La música, más allá de procuradora de placer íntimo, se me antojaba entonces como un maravilloso elemento a compartir con mis hijos. Y de esa necesidad de integrarla en su cultura (no tanto en su educación, que suena demasiado rígido), surgió mi faceta de escritora de libros. Éstos nacen de ese deseo de compartir aquello que amo, del cuidado y la entrega, así que no creo que haya mejor palabra que “filiación” para hablar la relación que tengo con mis obras.

Hablando no solo como autora, sino, yendo también al aspecto personal y aunque creo que será una pregunta difícil de sortear, ¿Cuáles mencionarías como las principales influencias musicales que han enriquecido tu vida y tu obra llevándote hacia un profundo viaje para conectarte con emociones, recuerdos y vivencias?

 

A diferencia de generaciones anteriores, la mía fue de las primeras en vivir con intensidad la cultura popular audiovisual. Nací en 1975, cuando adquirir una televisión ya no era un lujo en España. Así que, entre el cine, la radio y la tele, fui recogiendo referentes en los que la música tenía un papel preponderante. Mis primeras escuchas deliberadas venían a través del envoltorio del cine. Con doce o trece años mi hermana Carmen y yo coleccionábamos bandas sonoras de todo tipo y, entre ellas, las que más me entusiasmaban eran aquellas que recopilaban temas de los años cincuenta y sesenta como, por ejemplo, la de “Stand by Me” (Rob Reiner, 1986). Así que no es extraño que, partiendo de esta inclinación, acabara fascinada por todo el universo del rock pero sin concederle exclusividad. En mi diario musical hay nombres marcados en fluorescente como Cole Porter, Ella Fitzgerald, Leonard Cohen, Buddy Holly, Otis Redding, Dusty Springfield, The Velvet Underground-Lou Reed, Burt Bacharach, Francoise Hardy, Patti Smith, Blondie, David Bowie, The Pretenders, Pixies, The Smiths, Nick Cave, Pulp, Suede, Portishead, Jeff Buckley, The Jesus & Mary Chain... ¿sigo?

AMY WINEHOUSE: STRONGER THAN HER

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Amy Jade Winehouse nació en Londres en 1983. Destacó por su registro vocal denominado contralto, el cual era acusticamente poderoso y expresaba a profundidad sus emociones. Desafortunadamente murió a los 27 años.

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Realizas un trabajo exhaustivo, comprometido y detallado de lo que fue la fugaz vida de la última gran leyenda de la música, Amy Winehouse, sin embargo, sabemos que también sientes fascinación por otras mujeres de voces poderosas como Nina Simone, Janis Joplin o Bessie Smith. ¿Responde a una –tal vez profunda- identificación personal el haber elegido a Amy dentro de tantas valiosas intérpretes para ser la protagonista de este valioso proyecto literario?

Me encantaría poder decir que la elección fue mía. Pero no. La idea vino desde la editorial Lunwerg y no puedo estar más agradecida de que me tuvieran en cuenta para materializarla. Javier Ortega, su editor, estuvo jugueteando conmigo por teléfono, alargando de más la conversación antes de darme el nombre de la persona sobre la que escribiría en caso de aceptar. Cuando escuché ‘Amy Winehouse’, una grieta se abrió en el rígido dogma de la escéptica que soy, ¿estaba ante una serendipia?. Decía Milan Kundera que “no es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos” y, claramente, escribir un libro sobre mi adorada Amy, que me acompañó en momentos delicados, era cosa de la poética del destino. Sí, es cierto que siento fascinación por las otras portentosas mujeres que nombras, pero no igualan la sensación de conexión íntima que tuve con la obra de Amy Winehouse. Si hablamos de forma objetiva, cualquiera de ellas merece un libro de esta índole y hubiera estado encantadísima de escribirlo. Que fuera Amy, añadía magia a la ecuación.

De Pearl Jam a Ray Charles, desde Ella Fitzgerald hasta Michael Jackson. Estos y más artistas/bandas forman parte del inmenso abanico de gustos personales de Amy. ¿Cuán importante crees que fue la pluralidad de voces, referencias y estilos para desarrollar la identidad tan fulgurante y personal que caracterizaba no solo los discos de estudio sino las presentaciones en vivo de Winehouse?

No fue importante, fue trascendental. Sin esa heterogeneidad, A. Winehouse no habría logrado su particular estilo. Ella fue absorbiendo todo estímulo capaz de atravesar su plano emocional: soul y folk que escuchaban sus padres, la variada discografía de su

melómano hermano, sus escarceos con el hip-hop, el reggae... Todas ellos registrados durante sus primeros años de vida. No prestó especial atención -exceptuando el hip-hop-, a la escena musical contemporánea. No le interesaba. Era una persona rendida a sus afectos e impulsos.

“He walks away, the sun goes down, he takes de day but I’m grown and in your way in this blue shade my tears dry on their own” ¿Qué viene a tu mente al oír estos versos más allá de la figura de la británica?

 

Antes de siquiera construir una imagen o recuerdo vinculado a esos versos, leerlos me ha provocado un escalofrío inmediato y duradero. Ha sido una sensación conectada con el pudor, supongo. “Tears Dry On Their Own” es una de las canciones de Amy que más he escuchado, si no la que más. Empatizaba mucho con ella. Creo que fue Leonard Cohen quién dijo “si una canción te conmueve, es porque el artista no logró ocultarse”.

Como seguidora de Amy desde hace ya un par de años, debo admitir haberme sentido profundamente agradecida y tocada por tu trabajo, especialmente con los últimos capítulos del libro. “En memoria de Amy” (cáp. 17) recoge parte de sus últimos trabajos y opiniones de amigos cercanos y grandes referentes del panorama musical como Bob Dylan y Lady Gaga. ¿Qué opinión o ideas recurrentes vienen a tu mente cuando vuelves a esta suerte de comentarios o testimonios de lo que fue la vida y obra de Amy?

Mi principal motivación desde que acepté el proyecto fue limpiar la figura de Amy Winehouse de basura sensacionalista, ponerla en el lugar que merecía y hacerlo interviniendo lo menos posible. No me gustaba la idea de involucrarme activamente en construir su historia, es decir, preferí confeccionar un relato lo más en primera persona posible y eché mano de la misma Amy a través de numerosísimas entrevistas y declaraciones. Para hacerlo me decanté por la vía periodística de la crónica. Contar los hechos y evitar, en lo posible, los juicios personales. Que yo no quisiera intervenir no significaba privar a la obra de necesarios calificativos y, a parte de los que no pude reprimir, quise recoger los de voces mucho más autorizadas que la mía a modo de justo epitafio a la altura de su significación.

IT'S ONLY ROCK AND ROLL: BUT WE LIKE IT 

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No es dificil ver que dentro de ti confluye un profundo amor por la literatura y la música. Partiendo de esto, personalmente creo que ejecutar un proyecto literario que recoja a los principales exponentes y máximos representantes de un género tan controversial pero necesario como el rock e incluir, además, a figuras destacadas de otros géneros que le dieron vida como el jazz o rhythm and blues fue bastante arriesgado, aun así, tu trabajo ha tenido una gran aceptación y demanda en muchos países (no solo de Europa). ¿Cuál fue el detonante para dar vida a esta aventura que estoy segura demandó investigaciones profundas y muchas horas de escucha? ¿Hubo personas que intervinieron en el proceso o “te dieron un empujoncito”?

No hubo intervención ni empujoncitos, pero sí tuve muchas personas a mi alrededor que me hicieron más fácil la tarea. Soy una mujer divorciada, “pluriempleada” y tengo dos hijos: la conciliación es complicadísima y se agradece mucho la ayuda. Odio la palabra, pero podríamos decir que soy una mujer “emprendedora” en el sentido de creatividad y de capacidad para desarrollar proyectos. Dicen que la necesidad es la madre de la invención y no puedo estar más de acuerdo. En mi caso, la idea de hacer un libro de la historia del rock desde un enfoque familiar venía de mi interés personal por compartir mi pasión con mis hijos. No encontré obras para dar rienda suelta a este deseo y pensé en escribirlas yo misma.

Abuso, marginación y opresión fueron temas recurrentes y detonantes para que muchos artistas de color desenfundaran sus guitarras y empezaran a componer lo que futuramente sería uno de los cancioneros más grandes y voz de toda una cultura. Fats Domino, Billie Holiday, Rosetta Tharpe, Ray Charles y Otis Redding son solo algunos nombres que vienen a mi mente y aunque la pregunta resulte obvia, en base a una interiorización de la investigación que realizaste para este libro, ¿Cuán importante es para ti el papel de la música negra no solo dentro de este arte sino en la cultura – mundial- en general?

Objetivamente: sin la música negra la mayoría de estilos de la música popular  no se hubieran desarrollado tal cual los conocemos. Esto es algo que debemos recalcar y extender. Durante una de mis visitas para escolares (trabajo en la didáctica de un museo) y frente a la escultura que Manolo Valdés hizo de Billie Holiday, solía incidir precisamente en esta cuestión. Les pedía a niños y niñas que fueran enumerando estilos musicales y yo les diría si en su origen intervinieron o no los ritmos africanos. El resultado era incontestable. Debemos poner en valor la riqueza cultural derivada de la interacción de aquellos que fueron arrancados de su tierra y esclavizados. Es cuestión de justicia.

Figuras notables como Jim Morrison, Leonard Cohen, Nick Cave, Patti Smith o Bob Dylan, tan solo por mencionar algunos nombres, se han nutrido no solo de otros músicos para crear letras en contra de la guerra, las libertades sexuales, el erotismo o la espiritualidad, sino que se han visto fuertemente influenciados por autores, que, muy probablemente, serían sus equivalentes en el mundo literario como Rimbaud, Mallarmé, Federico García Lorca o William Blake. Teniendo en cuenta todo esto, ¿Definirías como necesaria y trascendental la relación entre música y literatura por la necesidad que han tenido, desde siempre, de apoyarse la una en la otra para enriquecer sus productos culturales?

Iría más lejos, todas las artes interactúan en su búsqueda de la belleza. Quizá sea más evidente la relación existente entre las que emplean textos -como literatura y música-, pero la sensibilidad artística es capaz de enriquecerse también desde lo plástico-visual y viceversa. La música, por ejemplo, es catalizadora de emociones y puede servir de inspiración para pintores o fundirse con las imágenes de una película, creando una nueva –y ya indivisible- pieza artística. ¿No te sucede que hay  canciones que al escucharlas lleva implícita una escena cinematográfica? Como, por ejemplo, el “You Never Can’t Tell” de Chuck Berry en “Pulp Fiction” (Quentin Tarantino, 1994). Y también podríamos hablar de la interacción de la pintura o la fotografía en las portadas de discos, uf, eso da para muchísimo. Creo que parcelar las artes es algo contrario al concepto mismo de arte.

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Tras un largo recorrido por diversos géneros, épocas, movimientos y generaciones, Amy Winehouse cierra, prácticamente, el libro, puesto que es la última artista a quien se le dedica un apartado. Muchos críticos musicales y artistas, incluyendo a Tony Bennett, señalan a Winehouse como la última gran revolución de la música, puesto que después de su trágica muerte no ha surgido ninguna figura capaz de “remecer al mundo” como ella lo hizo y, que ahora, lamentablemente, contamos, en su mayoría, con ídolos de plástico, cantantes escasos de talento y personas creadas para ser productos comerciales sin ninguna trascendencia real, (aunque podemos citar algunas –benditas- excepciones como Adele, Paolo Nutini, Allen Stone o John Legend). Como oyente, consumidora y apasionada de la música, ¿Cómo ves el panorama musical actual? ¿Te gustaría que surgiera alguna figura (femenina o masculina) que representara un punto de quiebre dentro de un mundo sumergido en contenido tan vacío y banal y que fusionara letras cargadas de contenido y compromiso con las infinitas posibilidades que hay actualmente para poder innovar?

Las posibilidades para innovar son numerosísimas en la actualidad, cierto. Y sin embargo me cuesta detectar una línea clara a partir de la cual trazar la próxima evolución/revolución de la música. Estamos en un momento de gran mixtura y convivencia de estilos, con el trap triunfando entre la juventud. Incluso hay quién dice que el rock ha muerto. Yo no me atrevería a afirmar tal cosa. Quizá sucede que las personas de mi generación rechazamos esta nueva forma de entender el negocio musical, en el que predomina un consumo rápido y demasiada oferta. No es que haya más música que antes, es que debido a las plataformas en streaming quedamos sepultados por un mar de propuestas. Antes éstas eran filtradas a través de tus prescriptores de confianza, ya fueran periodistas, amigos o dueños de tiendas de discos. Toda esta cantidad de música en bruto, a la que accedemos con unos pocos clicks, me produce una sensación de caos e indefinición y me temo que tardaremos bastante en coger la suficiente perspectiva para poder detectar y formular sus claves. Lo que sí tengo claro es que hemos entrado de lleno en la era de la mujer en el rock. Parece que hemos cogido el testigo al fin, lo cual me congratula enormemente. Yo no soy especialmente pesimista y sí creo que hay figuras destacables cuya relevancia podrá juzgarse en el futuro. Angel Olsen, Michael Kiwanuka, Idles, Phoebe Bridgres, por poner algunos ejemplos, me satisfacen ampliamente. Para presenciar una revolución como la de Amy Winehouse, quizá habrá que esperar. Si alguien la encuentra entre montañas y montañas de propuestas, que avise.

--------------------------------------------------------------------------------------Entrevista: Francesca Calderon Arias

Música de la página: Amy Winehouse, "Tears dry on their own" from "Back to black" (2006)

Selección musical: Susana Monteagudo

Digitalización y diagramación: Francesca Calderon Arias

Nos reservamos los derechos de las fotografías de la entrevistada por ser parte de un archivo personal.

© 2020 Revista Senda

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