
V.
"Así es como veo al mundo y a la gente, a través del lenguaje"
Conversamos con Luis Miguel Espejo, escritor, corrector, profesor y traductor, quien nos habló sobre su trabajo en literatura infantil y como docente para la Escuela de Edición de Lima.

Luis Miguel Espejo (2020)
Eres profesor, editor, redactor, traductor y escritor. Sin lugar a dudas muchas de estas ocupaciones partieron de la literatura. ¿Qué te motivo a seguir esta carrera dentro de una de las más importantes universidades del país como la es la PUCP? LM: Lo que voy a decir no es un secreto, yo ingresé a la universidad para estudiar Arqueología. Pero con el paso del tiempo y la aproximación a las letras me di cuenta de que era bueno para el lenguaje. Todo lo que yo hago (clases, traducciones, edición de textos, corrección y escritura) está relacionado con el teclado, pero el espíritu que hay en el fondo es el lenguaje humano. Tuve mucha suerte porque en la universidad, en ese tiempo, nos formaban para las dos cosas, tanto Lingüística como Literatura; entonces hacíamos una combinación entre piezas literarias y lenguaje humano. Así es como veo al mundo y a la gente, a través del lenguaje.
Dentro de tu paso por el mundo literario encontramos dos vertientes, una más académica y otra relacionada más con el mundo infantil. En el caso de la segunda, tenemos entendido que firmas tus libros con el seudónimo de “Adelfonsu”, el cual hace referencia a un guerrero de una de las leyendas que creaste, ¿Cómo surgió la idea de desarrollar un personaje como este y a qué se debe su nombre? LM: Esta parte es un poco misteriosa, pero está relacionada con la creación pura. Estaba en el último año de facultad y jamás había tomado café, a pesar de que todos mis amigos lo hacían; sin embargo, llegó el día en que lo hice, y fueron dos tazas. Recuerdo que mi cerebro se convirtió en una locomotora (risas). Tenía muchos cuadernillos en blanco y empecé a escribir sin parar una leyenda llamada “La leyenda de Fidelius y Elisabela” para la chica con la que estaba saliendo en esa época. Dentro de esa historia había un personaje que apoyaba al desarrollo de la trama y era Adelfonsu. Me gustó mucho el nombre porque era como juntar Adela con Alfonso. A la par, tuve que crear mi primer correo electrónico y pensé que si usaba mi nombre iba a competir con todos los Luis Miguel Espejo que existieran, así que opté por “Adelfonsu”. Años después, cuando empecé a hacer literatura infantil, le pedí a la gente de Centauro Editores que me publicaran con un seudónimo porque pensé que mi verdadero nombre era poco adecuado para lectores pequeños.
Tienes cuentos como “Abuelita tortuga” o “La semillita”, bastante pedagógicos y llenos de mucha creatividad. ¿Fueron parte importante del proceso de creación estos cuentos y de los demás relatos infantiles que has realizado, el rememorar las historias que te contaba tu abuela de pequeño? LM: Los cuentos que me contaba mi abuelita de alguna forma han influido en mí. Los que realicé para Centauro son parte de una primera colección que tenía como tema central los valores, eran cuentos ejemplares. Posteriormente hice otra cuyo tema principal era la creación y finalmente una tercera que pretendía hacer que los niños se enamoraran de los libros. En todos hay elementos de mi realidad, pero también hay algunos elementos de lo que me contaba mi abuela dentro de mis escritos. A propósito, hay otro cuento muy lindo llamado “Vamos a silbar, abuelita” para niños de 4 años, donde una niña pequeña asume de un modo especial la pérdida de su abuela. El elemento que hace que la abuela viva más allá de la muerte son las canciones que ella silbaba, porque cuando ella lo hacía, colores volvían y las flores marchitas crecían de nuevo. Eso tiene que ver directamente con mi abuela. Sin embargo, recalco que la realidad está muy presente en mis cuentos; en algunos aparecen personajes de nuestra realidad nacional. Me gusta contar la vida real en un lenguaje que los niños puedan entender.

Foto: Domestika
¿Crees que los retos que enfrenta un autor que decide dedicarse a escribir novelas son los mismos que uno que opta por abrirse paso en el mundo de la literatura infantil? ¿Por qué optaste por esta línea? LM: Todo trabajo tiene retos distintos. En el caso de la literatura, los destinatarios marcan retos diferentes. No digo que una literatura sea más difícil que la otra, me refiero a que cada público tiene exigencias distintas. Cuando empecé en este mundo [literatura infantil], tuve que aprender a dosificar el lenguaje, ahorrar palabras en función de las escenas y demás. En Centauro tuve varias editoras que me enseñaron mucho; yo me encargaba de la magia de las palabras, pero ellas se encargaban del resto. Lo que me hizo optar por la literatura infantil fue el hecho de haber sido hermano mayor de dos hermanas que nacieron quince años después que yo. Entonces, durante mi época universitaria, consumía muchos videos de Disney, los juegos infantiles y literatura en inglés.
Realidad y emociones confluyen dentro de un cuento infantil ¿cuán importante son esta clase de textos para enriquecer la mente e imaginación de los niños en tiempos actuales en los cuales muchas veces la interacción con estos ha venido a menos? LM: Una de las cosas más importantes de la literatura infantil es que ejercita la mente. Los niños aprenden palabras nuevas gracias a los cuentos, la curiosidad por la lengua no se logra con palabras sencillas ni simplonas. Hay una tendencia a verlos como seres frágiles o desvalidos, pero los niños son actores políticos y seres autónomos. Mi propuesta literaria era un poco revolucionaria por este tipo de enfoque. Para mí, es insuficiente y contraproducente sobreproteger a los niños en una especie de burbuja. Entre la realidad, emociones y estimulación, logramos que los niños aprendan palabras nuevas, situaciones insospechadas y entiendan el mundo a través de personajes y situaciones que son ejemplares.
Como ya se dijo antes, no solo te has desenvuelto en la literatura infantil, entonces, yendo al terreno académico y haciendo referencia al texto que desarrollaste para la EEL, es válido señalar que a todas las personas nos asiste el derecho de comunicar por escrito nuestras ideas, pensamientos o emociones; y para nadie debe ser un sufrimiento sentarse ante las hojas en blanco, o la pantalla, para redactar el fruto de un trabajo de investigación o de creación. ¿Podríamos decir que fue este el motivo principal para escribir "Manual básico de redacción, la página en blanco"? LM: No, nada que ver (risas). Lo que mencionas es el comentario de Sofía Rodríguez,
una experta del mundo de las letras y fundadora de ASCOT. Ella vio esto dentro de mi texto, pero la verdad es que yo no me había dado cuenta. El elitismo y la complejidad que tiene la palabra escrita acompleja al peruano de a pie, que tiene un nivel educativo paupérrimo (no solo educación escolar, también educación vial, cívica, sentido común…). Por eso me gustó encargarme del curso de redacción básica en la EEL: los alumnos se animan a escribir y adquieren más “cancha” para atreverse a hacerlo. En el 2018, la EEL nos abrió las puertas para publicar, y sobre mi curso ya tenía material suficiente para condensar las experiencias, lecciones aprendidas, la teoría y ser publicado en un formato amigable que incluye una sección sobre el aprendizaje a partir de los errores.
“Antes de escribir uno tiene que gobernar sus ideas”, señalaste en su momento. Luego del proceso de escritura de un texto y del reposo posterior al terminarlo, ¿cuáles son los puntos clave que hay que tener en cuenta al momento de empezar la corrección de un texto? LM: Si se trata de un texto propio, lo ideal es dejarlo reposar un par de días, aunque es aun mejor que lo corrija otra persona. , es un filtro que no se debe notar. La corrección de estilo exige que uno tenga buenos conocimientos de gramática castellana, no es necesario ser lingüista. He tenido mentores que han sido abogados o administradores, pero tenían una conciencia lingüística bastante desarrollada. Esa mezcla de dominar la gramática y tener conciencia lingüística es el secreto de la buena corrección.
¿Consideras que el lenguaje es un reflejo de la mente individual y de la mentalidad colectiva de una sociedad? ¿Por qué? LM: Es un debate abierto y no creo tener la última palabra, además yo no me considero lingüista, aunque sea lo que más he hecho en mi vida. Pero creo que sí: el lenguaje y la forma como moldeamos los pensamientos y las opiniones está relacionado con el idioma que tenemos y que modificamos. Por ejemplo, una persona que nace y aprende chino mandarín, tiene desde el vientre de su madre unas estructuras que ordenan el mundo y no lo hacen por dicotomías, como en nuestro caso. Yendo a nuestra realidad, en el caso del hombre peruano, tenemos un humor que es maltratador, denigrante, nos reímos de hacer daño al otro. Entonces, cada vez que ponemos una “chapa” a alguien o hacemos una broma del tipo que fuese, nos apoyamos en los defectos de los demás y nos reímos de las miserias ajenas. Es así como piensa el peruano criollo. Otro caso es el de la gente de los Andes, ellos tienen un humor completamente diferente. Pensemos ahora en el caso de algunas limeñas que se apoyan en el clásico “¡Ay!” antes de hacer un pedido. Es un reflejo de la mentalidad de las personas y lo replicamos entre todos porque somos seres sociales. Esto me hace recordar a aquellos políticos que dicen: “Yo nunca he sido corrupto”, pero que no por eso dejan de ser corruptos.

Foto: Communitas
En una entrevista previa para “Página abierta”, con respecto a tu experiencia como docente de redacción, señalaste que es importante conocer los lineamientos que da la Real Academia de la Lengua Española, pero crees que hay ciertos aspectos “que se pueden negociar” ¿Cuáles son estos y porque crees que son viables estas “licencias”? LM: La RAE es una institución respetada y reconocida, algo que no tienen los hablantes de otras lenguas. Sus normas unifican los criterios del castellano escrito a nivel hispanoamericano. Pero algunas de estas recomendaciones no son viables en nuestro medio. En ese sentido, creo que hay normas que vale la pena seguir y otras que son negociables. Por ejemplo, usar “ícono” o “icono” o el lenguaje inclusivo, mientras que hay algunas que no lo son, como “Amazonia” y “Amazonía”. En esos casos, le tenemos que agradecer a la RAE por sus normas, pero aquí no estamos preparados para utilizarlas, como “mánayer” o “gai”, puesto que nuestra realidad no es como la de España. Además, siendo honestos, aquí en Latinoamérica sabemos más de cultura norteamericana que española.
Tomar cursos de normativa, redacción, revisar aspectos gramaticales y sintácticos puede resultar un poco tedioso para personas que recién se están inmiscuyendo en este mundo ¿Qué consejos darías tanto para la gente que decide llevar este tipo de talleres como para los docentes que los imparten? ¿Hay algún tipo de pautas que se deban considerar para hacer las clases más fructíferas y entendibles? LM: Pasa lo mismo que con el proceso de redacción; es importante ver quién tiene una idea y quiénes la van a consumir. Por ejemplo, cuando yo dicto talleres opto por hacer adaptaciones. Antes podía ver cara a cara a la gente y en una primera clase podría preguntarles a todos de dónde venían y a qué se dedicaban, y así poder adaptar el contenido de la clase para que fuese lo más interesante posible. Pero ahora con Zoom no se puede hacer lo mismo. Este tipo de cursos, gramática, sintaxis, etc. son tediosos porque el campo en el que se encuentran lo es. Corregir textos en una realidad como la nuestra, donde la gente no sabe escribir y desconoce muchas reglas, es pesado. Es necesario conocer sobre gramática, sintaxis, porque una oración puede estar bien formulada de forma oral, pero no siempre es viable en el formato escrito. No nos han enseñado a escribir en el cole. Y ahora tenemos que llenar todos esos agujeros educativos; por ejemplo, el uso de gerundios. Para los docentes, mi consejo sería plantear bien cuál es su objetivo, qué buscan en un curso… Ya no puede tratarse de transmitir conocimientos porque estos se encuentran sueltos, libres, al alcance de todos, lo único que tenemos que hacer es encontrar una buena página web o un libro y leer. Lo que tiene que hacer un profesor ahora es inspirar, para que las personas se animen a escribir. Lo importante es dar una buena explicación y generar interés, hacer que aquellos que no eran lectores empiecen a leer y que la gente se anime a preguntar y así se resuelvan todas sus dudas.
Entrevista: Francesca Calderon Arias
Música de la página: Sigur Rós, "Hoppípolla" from "Takk..." (2005)